En lo que llevamos del año, la vida me ha cambiado radicalmente. El 31 de diciembre del año 2005 con las 12 uvas verdes en la mano (que parecían ser 10000 porque destesto las uvas verdes) yo miré al cielo y le rogué a Dios que este fuera mi año: que este año, encontrara el amor, el verdadero amor que regala probadas de ambrosía y que te hace sentir que, por fin, estás alcanzando esa idea tan abstracta y etérea de lo que es la felicidad.
Pues los caminos de Dios son tan intrincados, es un "masterplan" como dice la canción de Depeche Mode que sólo el entiende. Y pues este año me hicieron mucho daño, porque sí, llegué a enamorarme, pero además de que no fui correspondido, me hicieron daño, mucho. Más del que jamás me habían hecho.
Fueron tiempos difíciles. Dejé de creer que podía merecer algo mejor que estar solo, porque todas las personas que he amado en el pasado, ninguna me ha correspondido. Me sentía mal, que no valía, que era un monstruo físicamente, que no era lo suficientemente valioso e importante para que alguien pudiese poner su corazón en mí. Eso es un problema que he tenido casi toda la vida, tal vez por la díficil situación que he tenido que vivir en mi casa desde que soy muy pequeño.
Hubo días horribles, en los que me desprecié, odié mi cuerpo y mi alma llena de dolores y me castigué por sentirme ajeno en este mundo por una forma adicional de amar que la vida me regaló, pero que ante los ojos de la sociedad y la retrógrada iglesia es un crimen, una degeneración, un pecado. Deseé la muerte con ahínco, y pedí a Dios que me llevara, que ya no era capaz de continuar...
Sin embargo aquí estoy. Empezando una nueva vida como la canción de Aterciopelados, y empezando a ejercer la felicidad. Estoy volviendo a confiar en Dios, creyendo en que puede existir un mañana donde mi felicidad es posible, creyendo que valgo, que tengo cosas hermosas que son valiosas y que mi cuerpo no lo debo mirar con los ojos del mundo sino con los ojos del amor, y que es hermoso por el simple hecho de que puede expresar sentimientos, amor.
Claro, es díficil, sobre todo cuando se trata de querer ser un sísifo con los demás, y que ellos respondan de una manera distinta a la esperada. Igual, hay q seguir intentando.
Pero aquí estoy, aprendiendo a ejercer la felicidad, a pesar de que esa persona no llega, de que a veces (casi siempre) me siento solo, de que a veces me vuelvo a sentir no-valioso y horrible.
La felicidad no es la meta, es
el camino. Y como dice Borges en el poema que nos regaló Checho: "Uno aprende con el tiempo que uno planta su propio jardín y decora su propia alma, en lugar de esperar a que alguien le traiga flores."
Así, cuando llegue esa persona, tendré el alma engalanada y le entregaré toda la felicidad que estoy construyendo. Sería más bonito que esa persona llegara y me acompañara a construirla, pero voy a confiar en Dios, en que el momento en que esto pase, es porque será el momento apropiado.
Así que aquí estamos, tratando de dar testimonio del amor de Jesús.
¿Cómo? Demostrándome y demostrándole a la realidad que el mundo sí se puede cambiar: Todo puede ser mejor.
Demostrando que las palabras de Camus sí son ciertas: Un Sísifo Feliz.
Pd: La foto es de Tomas Barry, y me recuerda mucho a Ofelia, en Hamlet. Es como una versión moderna del cuadro de Millais,
Ofelia Muerta. Sí, se suicidó, murió ahogada, pero es bonito imaginarse que lo hizo en flores.
En próximas ocasiones, les hablaré de como ha sido aceptar la nueva manera de amar y de mis amados amigos.