Wednesday, January 02, 2008

Apéndice (Para cerrar el episodio)

Hace ya muchas letras dejé algo. Pero empecé a verte, a sentirte en el alma y a que todo saliera por la tinta de cualquier esfero. Pero no en las mismas hojas, no en esta misma historia, no compiladas bajo el mismo fuego que une lo que ha sido hasta ahora. Porque como nadie antes, escurridizo y discreto, llegaste hasta mi ventana. Fue un mechón en tu cabello en el que brillaba un diente púrpura lo que te trajo hasta mí.

Cada noche, me pongo un atuendo púrpura y disfrazado, llego hasta tu ventanita. No es posible abrirla, más ni necesario es; yo la puedo atravesar. ¿Está tu diente iluminando el camino? El mío sí, y me permite llegar hasta ti y observarte... contar cuántas veces giras entre las sábanas tibias... cuántas veces suspiras profundamente al dormir. ¿Sientes cuando te cobijo con mi disfraz? ¿Despiertas cuando acaricio tu altiva frente? ¿Sueñas cuando te beso en el hombro?

Una noche de sábado, fingí sorpresa. Porque cuando en el reverso de mis párpados guardé por primera vez tu imagen, bastó un dèjà vu para entender que ya te conocía, te esperaba y sabía lo que iba a suceder. Siempre lo sé, justo antes de dormir. Pero sucede que mis ojos no se mueven lo suficientemente rápido cuando escudriño lo escrito en las leyes de nuestra inmortalidad en el vuelo de las palomas del pequeño príncipe.

Nuestra historia se reescribe. El recio cincel dicta líricas y melodías con percursión de puntillas que cantan en el sendero. Sé que la barba del escritor te hace cosquillas en el ombligo cuando llama a Japón desde allí. Las hojas que ya escribí están sueltas... el viento juega con ellas y las lleva de viaje por el mundo... vulnerables, mortales entre mortales... algún día regresaremos a la inmortalidad. Pero por ahora no es relevante; la historia tiene que escribirse, pero lejos de las tintas que huelen a gritos ahogados y a polillas nacidas entre bolitas de naftalina.

Mas por ahora, solo puedo cerrar los ojos y tomar tu mano en las noches cuando tu fantasma se posa en el quicio de mi ventana, porque en el día está ausente y solo atino a recostarme entre la hierba bajo cielos rojos... esperando la inmortalidad. Nuestra inmortalidad. Mientras, recordaré la noche eterna cuando los cuerpos desaparecieron y los fantasmas dejaron de preguntarse sobre la ubicación del amor. Abrigos ásperos y amables demiurgos. El amor es un lugar... calles obscuras, pero... ¡encuentro tan lúcido! El amor es un lugar... ¿dónde vives ahora?

Rodando por colinas y hablando con las manos, esperaré una libertad. La que sea, cualquiera, no importa. Pero una que quite lo gris y dibuje claridad. Claridad que aún no llega. Rodando como analista, reemplazo pesados comceptos en la mente, para pasar de una miseria neurótica a una infelicidad común. No obstante, no me avergüenza estar aquí: cobardes, tímidos, melancólicos y derrotados. No soy de aquí, pero a veces son ellos las verdaderas personas de este mundo. Rodando, mi corazón de elefante late más lento porque en su espalda de corazón no llegaron los vítores y aplausos por la última campaña... porque lo único que le mostraron fue la piedra en la sima.

Mientras edifico la vida, Dios en alguna parte susurra entre retahílas. Edifico la vida en el síntoma. El objeto está lejos y en ausencia debe quedarse. Cuando venga la inmortalidad, el madero soplará vida.


No comments: