
Se siente casi imposible continuar así. Hoy, una vez más, la vida me muestra que una de las personas que me dio la vida, es a la vez, la persona que más me ha hecho daño en la vida y lo sigue haciendo, no importa lo que se trate de hacer o lo que se logre. Hoy empieza también un proceso en el que por fin, una familia ya desmembrada desde hace mucho tiempo, comienza a separarse por fin. Mis papás se separan, y es lo mejor para todos. Pero será un proceso difícil, doloroso, incierto, oscuro.
Con todo esto que sucede, mi esperanza se pierde cada día más. Hoy, como siempre que las desavenencias aparecen, me siento no-valioso, solo, triste, tal y como me sentía cuando mis padres peleaban aún cuando yo era muy pequeño para entender las cosas y dejar de creer que era por mi culpa. Hoy, tengo 19 años, y aunque sé que yo no era el motivo de sus discusiones, me siento no-valioso, solo y muy triste. Ese es mi demonio, con él viviré toda la vida, a él deberé enfrentar, aceptar, y ser feliz con él. Aprender a ser feliz, aún con estos dolores que también hacen parte de mi. Quiero amar mi cruz para ser feliz.
Sin embargo, cuando más me siento abandonado por Dios, Él, se alguna manera, por medio de alguien, me recuerda que hay que continuar, que está conmigo y que me ama entrañablemente. Gracias, gracias a los que me aman en amistad, gracias a mis amigos. Ellos no me dejan caer fuera del amor.
Tengo miedo. Tengo mucho miedo a que el dolor y el mismo miedo me consuman. Tengo miedo a dejar de creer que el mundo se puede cambiar. Tengo miedo de lo que va a venir. Tengo miedo a no estar preparado y dejar mover la roca de mi inocencia: tengo miedo a no poder volver a confiar, CONFIAR CIEGAMENTE en Dios y en los caminos de su amor. Tengo miedo a olvidarle por las horas dolorosas. Tengo miedo a no volver a ser el mismo en el amor.
"Eloí, Eloí, lema sabaktaní?"Tengo miedo a dejar de creer que estás conmigo.
Por ahora estoy en Getsemaní. Como cuando El Señor, la última noche, cuando se sintió acabado, fue y oró, y de la manera más hermosa derramó lágrimas de sangre en un jardín, tal vez como el de la foto, en los hostiles paisajes de Jerusalén. No es posible tal comparación, pero me siento igual. Sin embargo, él jamás dejó de creer. Sabía que iban a venir horas muy difíciles, pero confiaba en Dios. Confió en que lo que había de venir, iba a ser para cambiar el mundo y entregarse por amor. Confiaré yo también, en que lo que venga, será para bien.
"Padre mío, para ti todo es posible; si quieres, líbrame de este trago amargo; pero que no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tú."Lucas 22:42.