Thursday, December 04, 2008

Transverberación I

La tinta trata de asirse al papel, y entre sollozos, grita. pero las gotas saladas, del jardín en el reverso de mis párpados es implacable. La hace soltar de su lugar, la inunda, la desdibuja.

Cierro los ojos. pero el jardín ya no está. Miro a mi alrededor, intentando infructuosamente saber dónde me encuentro. No importa. Sólo veo el cofre. La madera es obvia: es de un sauce llorón. Trémulos pasos me llevan hacia él. Mis manos están blancas, más que de costumbre. Pero no hace frío... estoy protegido. Lo abro. Nada en él. Así que pongo mis manos sobre el pecho. Y empiezo a abrirlo. Duele. Duele mucho. Cae rubio cabello al suelo, y se mezcla con tinta negra que sale de él. Médula. Grito, me arrojo al suelo. Veo lanzas disparadas por libélulas que nacieron de lirios grises. Son los lirios de los hombres. Y al final del dolor, entre mis manos, una esfera, brillante azabache. Respiro, ahora puedo respirar. la observa, con mejillas aún húmedas. Y veo en ella a Papá, con su cara recia y sus ojos llenos de tristeza seca en lágrimas que derramó cuando aún era un niño. Sus ojos llenos de dolor en su cuerpo. Sus ojos llenos se sueños ahogados en la ira y el engaño. Sus ojos llenos de amor inconcluso por su padre.

Papá y su imagen larga y encorvada en mi puerta. Su boca es negra, y de ella salen sentimientos igual de oscuros. Y en su galimatías, me dice que soy una decepción. Que soy un desperdicio se hijo, de ser. Que ya no espera nada de esto, de mí.

Mis manos casi níveas ponen delicadamente la esfera en el cofre. Lo cierro entre música de alas melancólicas. Otra vida que no pudo ser.

Media vuelta y me retiro. Papá ha muerto aquí adentro, aunque su cuerpo aún viva. Pero pronto, dejaré de sangrar. Lo seguiré viendo a diario, pero él ya está muerto. Todos lo verán pero él... ya no vive más en mí.

Adiós, Papá. Contigo en el cofre se queda la maldad. Vendré a ella cada vez que piense en ti. Nadie lo sabrá, sólo yo.

Hay una puerta. Por debajo, entra mucha luz. Me enjugo la tinta de los ojos y abandono la habitación.

Adiós, Papá.

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