Thursday, November 27, 2008

False light

Last night, while I was sleeping with the moon in my forehead, I suddenly opened my eyes. I saw, deep buried into the garden of mirrors in the back of my eyelid, a tree with missing branches, and, inside it, a twinkling star that panting, wanted to die. Because of my indifference.

That moment, I realized that all this time I've been staring at a false light. And I don't know what the fuck to do.
Foto de Craig McDean.

Monday, November 24, 2008

Apartes de Proust y Paz



En estos tiempos de reclusión cenobita en casa, palabras inflamadas, hiporexia y un reflejo en el espejo que me muestra un rostro deformado por el dolor, los instrumentos quirúrgicos y un sangrado nasal que no se detiene (pero que me recuerda que, como en la canción de Garbage, Bleed like me, la hemorragia es aún más allá de toda célula y órgano de mi cuerpo...), he tenido tiempo para ponerme al día con lecturas que he dejado morir entre tanto falso quehacer.


Los elegidos: La Muerte de las Catedrales de Marcel Proust, Las pequeñas memorias de Saramago, El fuego de cada día de Octavio Paz y el clásico Fausto de Goethe.


Entre ellos, me encontré con estos pasajes que me arrojaron contra la pared y dejaron húmedas las mejillas.


- "(...)

¿Y me invitó a morir esa mirada?

Quizá morimos sólo porque nadie

quiere morirse con nosotros, nadie

quiere mirarnos a los ojos."

Elegía Interrumpida, El Fuego de cada día.


- "(...)

reír como el mar ríe, el viento ríe,

sin que la risa suene a vidrios rotos;

(...)

pelear por la vida de los vivos,

dar la vida a los vivos, a la vida,

y enterrar a los muertos y olvidarlos

como la tierra los olvida: en frutos."

La vida sencilla, El Fuego de cada día.


- "(...)

Algo brilló delante de nosotros, no tuve tiempo de retroceder y me aparté creyendo que chocábamos contra un tronco, pero el obstáculo se escabulló bajo nuestro pie: habíamos pisado la luna. Acerqué su cabeza a la mía. Ella sonrió, y yo me eché a llorar, vi que ella también lloraba. Entonces comprendimos que la luna lloraba y que su tristeza estaba al unísono con la nuestra. Los acentos desgarradores y dulces de su luz nos llegaban al corazón. La luna, como nosotros, lloraba, y, como nos ocurre a nosotros casi siempre, lloraba sin saber por qué, pero sintiéndolo tan profundamente que arrastraba en su dulce desesperación irresistible a los bosques, a los campos, al cielo que de nuevo se miraba en el mar, y a mi corazón que, por fin, veía claro en su corazón."

La Muerte de las Catedrales.
Foto de Craig McDean.